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Antonio Canova. La escultura hecha realidad.

Carolus-Duran_1838-1917._Hebe_1874Antonio Canova. La escultura hecha realidad.

Posiblemente la escultura es, entre muchas artes, la menos reconocida y alabada por el público ya que, en muchas ocasiones, la sustituimos por la pintura o la fotografía. ¿Vemos la realidad mejor representada en una foto que en una escultura? La respuesta debería ser, como en muchos casos de la vida: “depende”.

Antonio Canova es, sin lugar a dudas, uno de los mejores escultores de todos los tiempos. Italiano, nació en un pequeño pueblo de la región de Véneto llamado Possagno, de apenas unos 2500 habitantes en la actualidad, donde se encuentra un museo dedicado a su obra. Desde niño comenzó a jugar en el taller de su abuelo quien, tras descubrir el talento del pequeño, no dudó en motivarlo encargándole algunos trabajos menores, en este caso altares. Su abuelo estaba patrocinado por la acaudalada familia Falier de Venecia y, a la vista de las aptitudes del joven Canova, el senador Giovanni Falier se convirtió en su protector. Pronto sus obras fueron elogiadas por su virtuosismo precoz y recibió los primeros encargos.

A la corta edad de 22 años se trasladó a Roma, centro de todo artista del momento que quisiera aspirar a la fama. La ciudad italiana era un gran museo en pleno apogeo, plagada de monumentos antiguos y grandes colecciones; era el lugar donde conformarían el neoclasicismo y, además, donde se encontraban la mayoría de las copias auténticas para estudiar de primera mano la producción artística de la época clásica.

Carolus-Duran_1838-1917._Hebe_1874

Rostros de «Las tres gracias»; Museo del Ermitage, San Petersburgo.

Siempre amante del arte antiguo, adoraba también la literatura clásica, la cual leía mientras realizaba sus esculturas, en incluso encargaba que alguien leyera para él. Este amor por lo clásico marcaría toda su carrera como escultor. El movimiento neoclásico no sólo supone un regreso a la Antigüedad en cuanto a temas, sino también en lo referente a las formas. El mármol y el bronce fueron la carne de los antiguos héroes, mostrando unos volúmenes suaves y, a su vez, detallados.

A pesar de sus condecoraciones y prestigios dados cuando alcanzó la fama, nunca mostró, según biografías, que el deseo de gloria personal fuese su principal objetivo. Gastó gran parte de la fortuna que llegó a acumular en obras de caridad, promoción para asociaciones y apoyo a los jóvenes artistas. En ocasiones, compró obras de arte para los museos públicos con sus propios fondos, además de colecciones de libros para bibliotecas, teniendo que ser advertido por sus más cercanos de que no gastara en demasía sus ingresos en problemas ajenos.

“La forma no es la representación física de la cosa, sino la cosa sublimada, incorporada al plano de la experiencia sensorial y al plano del pensamiento. Así, Canova realiza en el arte esa misma transformación de la sensación en idealismo que, en el campo filosófico lleva a cabo Kant, en la literatura Goethe y en la música Beethoven”.

Giulio Argan

Mostrando así su ideal de belleza, Antonio Canova representa un antes y un después en la escultura. Sus obras más aclamadas son fruto de una incansable iniciativa en su trabajo, se sabe de relatos de sus cercanos que durante su juventud nunca se iba a la cama sin haber diseñado, al menos, un nuevo proyecto. Esbozaba primero sobre papel un dibujo sobre la idea y luego creaba personalmente un prototipo de pequeñas proporciones en arcilla o cera, a partir del cual podía corregir la idea original.

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Detalle de «Psique reanimada por el beso del amor»;  Museo del Louvre, París.

Forjaba así detalles minuciosos no muy propios de su época que hicieron de su producción algo único. En sus biografías se le declara un hombre muy cercano y en una entrevista sobre su trabajo así lo demuestra: “No hay nada más precioso para mí que el tiempo (…) sin embargo, cuando estoy terminando un trabajo y cuando se ha finalizado, siempre lo retomaría de nuevo y también otra vez después si fuera posible, porque la fama no está en la cantidad, sino en pocos y bien hechos; procuro encontrar en la materia un no-se-qué de espiritual que le sirva de alma, la pura imitación de la forma se convierte para mi en muerte, tengo que ayudarla con el intelecto y volver noble estas formas con la inspiración, simplemente porque me gustaría que tuvieran una apariencia de vida”.

Son estos detalles en sus trabajos por lo que podemos decir que Canova rompe con lo “visto” hasta el momento, sus esculturas evocan el tacto, la suavidad, el “calor” del mármol vivo. Quizá nos pueda recordar a la leyenda de Pigmalión, quien enamorado de una de sus estatuas soñó que esta cobraba vida, deseo llevado a cabo por la diosa Afrodita cuando éste derpertó.

La escultura, en este caso, sobrepasa los límites de lo visual. Rompe las dimensiones que observamos en una fotografía, se convierte en realidad. Tal vez si nos encontráramos frente a una de sus maravillosas obras creeríamos que las cárites (Las tres gracias) romperían su abrazo para proseguir con la función de entretener a los invitados en los banquetes de los dioses; o que, en otro caso, Psique acariciaría suavemente a Eros y, de un momento a otro, éste podría levantar el vuelo con sus delicadas alas hacia el Olimpo.

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