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Auguste Rodin. La historia de un artista para el recuerdo.

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El éxito no siempre te abraza en tus primeros años de trabajo y te hace triunfar dentro de tu sector, por el contrario, cuando se busca con tanto afán sin encontrarlo puede llegar a generar tal desmotivación que nos planteemos abandonar nuestra profesión, aunque esta sea vocacional.

Rodin estudió en la Escuela Imperial Especial de Dibujo y Matemáticas, la cual se convertiría en la Escuela de Artes Decorativas, en un ámbito no solo ajeno al de las bellas artes, sino además menospreciado por éstas. Tras ser rechazado en tres ocasiones para ingresar en la Escuela de Bellas Artes, buscó preparación adicional aprendiendo en talleres técnicas de moldeado, estuco y pintura. Trabajó haciendo esculturas para decoración y en la reconstrucción de París como ayudante de George Eugéne Haussman.

La primera escultura conservada del autor fue un busto de su padre que realizó en estilo neoclásico, la cual nunca expuso en vida. Dos años después muere su hermana mayor y Auguste se sumerge en el mundo de la religión, ingresando en la Congregación del Santísimo Sacramento en la que permanece durante solo un año. Uno de sus profesores en la Escuela de Arte Decorativas, Jean-Baptiste Carpeaux, lo convenció de que siguiera su camino por lo que era su verdadera virtud, la escultura; y es entonces cuando realiza la primera obra que definiría su estilo: El hombre con la nariz rota.

Siendo rechazado su alistamiento en la guerra franco-prusiana debido a su miopía, viaja a Bruselas donde procura como colaborador en la construcción de ciertos edificios de la urbe; además participó en numerosas exposiciones belgas en el extranjero, lo que lo llevaría a visitar París, quedando impresionado por la obra de Miguel Ángel.

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Hacia 1875 se produciría el hecho decisivo en su carrera como artista. Habiendo dedicado gran parte de su juventud al estudio de la anatomía, recurso conveniente cuando esculpes cuerpos, Rodin realiza la obra La edad de bronce. Debido a su perfección, se le acusó de haber sacado los moldes directamente del cuerpo del modelo, y no de la arcilla hecha por el artista (como se realiza el método de vaciado en bronce); esta acusación, indigna para cualquier artista, supuso para Rodin tener que buscar respaldo en amigos y personalidades influyentes dentro de su mundo, lo que concluyó no solo con su victoria, sino con una fama que le puso 

inmediatamente entre los artistas más importantes de París.

A partir de aquí su obra se dividió en dos grupos, la que realizaba para recibir un pago y sustentarse, denominada “alimentaria” (obras decorativas para la ciudad, sobretodo) y la trasgresora, en la que el artista desarrollaba más sus “formas de arte” y por tanto, las más trascendentales en la historia del arte.

Aún así, las esculturas de Rodin causaron el rechazo del público en prácticamente todas las primeras exposiciones. El reconocimiento positivo sólo empezó a ser palpable a partir de 1900, 36 años después de su primera exposición en el Salón de París con El hombre de la nariz rota.

Comprar ahora. El beso de RodinSin duda, una de las obras más famosas de este autor, incomprendido de su tiempo, es El pensador. Denominada originalmente El poeta, se concibió para el futuro Museo de las Artes Decorativas de París. El pensador, en su origen, buscaba representar a Dante en las puertas del Infirerno. Rodin deseaba mostrar en el desnudo de esta escultura a una figura heroica al estilo de Miguel Ángel para representar tanto el pensar como la poesía, algo que también generó críticas entre los opuestos.

Existen más de veinte versiones de la escultura en diferentes museos alrededor del mundo. Algunas son versiones ampliadas del original; otras, de diferentes proporciones. Todas estas se conocen bajo el nombre de original múltiple.

El pensador, o el poeta, también aparece en otra de sus obras, esta vez en la monumental La Puerta del Infierno. Este grupo escultórico mide aproximadamente seis metros de alto, cuatro de ancho y uno de profundidad. En su totalidad contiene unas 300 figuras, cuyas dimensiones varían entre los quince centímetros y más de un metro. La realizó en su propio taller durante más de 40 años, sin poder ver nunca la fundición en bronce, pues se realizó en 1920, tres años después de su muerte, por parte del Museo Rodin.

Durante sus dos últimas décadas de vida, la voluntad de Rodin se enfocó en conseguir ceder su obra al estado francés con la condición de que una parte del palacete Biron le fuera cedido como museo. Dicho proyecto fue difícil de realizar ya que el arte del escultor era incomprendido aún, pero finalmente salió triunfante de la negociación.

En el último año de su vida, Rodin redujo su actividad y se limitó a paseos cortos cerca de su casa en Meudon. Contrajo una fuerte gripe a finales de 1917 y falleció el 17 de noviembre. Sus funerales se realizaron en dicha ciudad cumpliendo la voluntad del artista, situar sobre su lápida a El Pensador.

Para Rodin el artista no debía ser un esclavo del modelo, al contrario: era el artista el que escogía, con su propio ojo y sensibilidad, el objeto a representar; y por medio de su imaginación era capaz de modificarlo para crear una imagen nueva a los ojos del mundo.

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