Urano engendró en Gea gigantes, titanes, cíclopes; tan odiados por él mismo, que los enterró en los tártaros de la tierra. Gea, en un sin fin de sufrimiento por su descendencia, decide vengarse de éste, consiguiendo únicamente la ayuda de su vástago Crono que castra a su padre y arroja su miembro al mar. De éste surgiría un brote de espuma del que emergería Venus, quien impulsada por los vientos de Céfiro, llegaría a la orilla adulta y pura.
Por fortuna o desgracia, no tenemos en nuestra memoria la considerada primera interpretación de El Nacimiento de Venus (Venus Anandiómena; Apeles), pues esta desapareció, pero si es cierto que sus varias descripciones en la antigüedad, así como frescos y esculturas datados en la Grecia y Roma clásicas, han servido como inspiración para los sucesivos pintores y escultores que la han devuelto a la vida.
Fresco de Pompeya, autor desconocido.
Casa de la Concha de Pompeya, Pompeya.
“Por los céfiros lascivos empujada
veríais la diosa que del mar salía,
exprimiendo cabellera remojada
entretanto otra mano el pecho cubría.”
Angelo Poliziano, descripción de la Venus Anandiómena de Apeles.
Pero no es hasta después de la Edad Media, tras la pérdida de control de la Iglesia, cuando renacen la representaciones de la mitología griega y romana. Este resurgir de la cultura clásica hace que emerjan numerosos artistas que deciden hacer rebrotar estas figuras sumidas en la oscuridad durante siglos.
Todos tenemos en mente, con objetiva razón, la imagen de El nacimiento de Venus de Sandro Botticelli, pero lo interesante de la libertad para interpretar un mismo mito, es la diversidad de vertientes que nos pueden ofrecer diferentes artistas de éste. Nos encontramos entonces con imágenes que, aunque carezcan de tanta repercusión, merecen ser mostradas y reconocidas.
Nos encontramos, por ejemplo, con El Nacimiento de Venus de Adolphe Bouguereau, situada en academicismo del siglo XIX; en ella vemos como la composición se amplía a una Venus rodeada por tritones y nereidas que presenciarían su alumbramiento, y
de puttis (figuras típicas que ornamentaban las escenas clásicas del Renacimiento, representadas como niños desnudos alados). Se puede observar Bouguereau juega con las dimensiones y alturas.
Nacimiento de Venus, Adolphe Bouguereau.
Museo de Orsay, París.
Un autor contemporáneo a Bouguereau nos muestra, sin embargo, una obra completamente diferente a nivel de composición. Aunque ambos pertenecen al academicismo del siglo XIX, en este caso, Henri Pierre Picou nos muestra un nacimiento de Venus en donde sólo encontramos la imagen de la misma diosa, en actitud de plenitud y descanso. Con un fondo que carece de luz, brinda mayor relevancia a la figura de la deidad que al mundo que la rodea, exaltando más la figura de la diosa en sí y no tanto el hecho de su nacimiento.
El Nacimiento de Venus, Henri Pierre Picou.
Museo de Orsay, París.
Contemporáneo a Botticelli, encontramos la Venus Anandiómena de Tiziano, quien perteneciente al mismo movimiento, no a la misma escuela (escuela Veneciana), nos enseña la escena relatada en el propio mito del momento en que Afrodita/Venus escurre el agua de su cabello.
Vemos aquí una impresión mucho más oscura, quizá mostrando así un nacimiento más terrenal en el que la diosa aparentemente sale a pie del agua, sola, sin tener presente mayor ornamentación en su nacimiento más que una concha flotando en las mismas aguas.
Venus Anandiómena, Tiziano.
Galería Nacional de Escocia, Edimburgo.
Por último y cambiando de modalidad artística, tenemos una representación escultórica del nacimiento de Venus. El Trono de Lodovisi es un bajorrelieve que nos muestra a Afrodita saliendo del mar siendo vestida por las Horas. La pieza se encontró en 1887, en lo que anteriormente era el inmenso terreno de la Villa Ludovisi en Roma. Presuntamente, la pieza pertenecía a la parte posterior de la decoración de un trono.
Trono Ludovisi, autor desconocido.
Museo Nacional Romano, Roma.
Este es un pequeño abanico de imágenes dignas de conocer dentro de las representaciones no tan conocidas del nacimiento de Venus, pero existen muchos otros artistas que podríamos nombrar, como Alexandre Cabanel (1863), Antonio Lombardo (1516), Juan Auguste Dominique Ingres (1848), Theodore Chaisseau (1838), entre otros, que nos pueden dar otras visiones de lo ya conocido.
Como podemos comprobar el arte siempre nos muestra diferentes formas de apreciar la belleza dentro de un mismo concepto, en este caso, dentro de un mismo mito.
En Decorar con Arte queremos acercar a nuestras vidas la mayor cantidad de posibilidades que puedan brindarnos gratas sorpresas en diferentes modalidades artísticas.