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Gustav Klimt

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Gustav Klimt (1862-1918) sabía mostrar en un solo cuadro el espíritu del esplendor que vivía Austria en 1900, pero renunció a ser un mero cronista de lo que el escritor austriaco Stefan Zweig llamó “la edad de oro de la seguridad burguesa”.
No quiso saber nada de la fama y se entregó a las mujeres que podemos encontrar en sus pinturas, mágicas e irresistibles, ideales de femme fatale, pero con alma de seres míticos ligados al placer y al exceso. Los hombres, no podían entrar en escena ante las autenticas dueñas en un plan principal.
La sociedad austrohúngara vivía en la armonía absoluta, un esplendor adormecido con manifestaciones artísticas tan correctas como bellas, siempre acordes con el historicismo. La obligada contención femenina era un reflejo más de la represión sexual de los vieneses, un caldo de cultivo ideal para Sigmund Freud que desarrolló en esos años sus teorías sexuales sobre el origen de las neurosis.
‘El beso’ (1908), la obra cumbre de la ‘etapa dorada’ de Klimt.
Dando un paso más, Klimt se atrevió a mostrar la superioridad erótica de la mujer con el simbolismo sensual, las expresiones de descaro, los dorados y los motivos geométricos de las vestimentas y los tocados de sus personajes.
Dentro de nuestra web, se pueden encontrar numeras reproducciones de este maravilloso autor.

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