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John Flaxman, el legado.

Cuando leemos una historia, simultáneamente, en nuestro cerebro comienza a desarrollarse una sucesión de imágenes, quizá podríamos decir escenas, que hacen que nuestro imaginario se recree en las situaciones que nos ofrece la lectura. Sin embargo, muchas veces, nos encontramos con libros en los que ciertas imágenes nos vienen dadas, es decir, ilustraciones de lo que en sus páginas se narra.

Los ilustradores tienen un papel muy importante, son los encargados, siempre en consonancia con la idea del autor, de dar el primer toque a la imaginación del lector, aunque en muchas ocasiones su sello propio se plasme en las ilustraciones, mostrándonos una pequeña parte de su propia imaginación e inspiraciones.

John Flaxman nace en York, Inglaterra, en el verano de 1755. Vive en un periodo muy convulso, florecían los ideales que anhelaban la antigüedad, del mismo modo que el mundo comenzaba a industrializarse y modernizarse.

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Relieve neoclásico basado en dibujo de John Flaxman.

         Desde temprana edad autodidacta, siempre le interesó la escultura y el modelado, a los 32 años viajó a Roma para desarrollar su conocimiento sobre arte antiguo y estudiar y dibujar in situ las ruinas clásicas. Su viaje debía durar dos años pero varios encargos escultóricos le obligarían a permanecer en Italia durante aproximadamente nueve años. Esta época en Roma haría que Flaxman realizara los trabajos que le darían la fama como artista, su obra como dibujante, ilustrando La Divina Comedia (1793), La Ilíada (1793) y La Odisea (1805), así como también algunas obras de Esquilo.

En sus ilustraciones para las obras nombradas, podemos ver cómo, a pesar de su gran sencillez lineal, sus dibujos consiguen trasladarnos a la historia, como si sólo necesitáramos un poco de imaginación para que éstos comenzaran a moverse animadamente en nuestra fantasía. Demostró cómo lo más primitivo podía dar una sensación de corporeidad en esas simples líneas, generando un mundo infinito sin necesidad de tridimensionalidad.

Su influencia generó un sinfín de dibujos, grabados y relieves; no sólo por parte de sus contemporáneos, que incluso realizaban copias de sus obras como “ediciones”, sino que muchas generaciones posteriores lo tuvieron como referencia; de tal forma que incluso podemos encontrar grandes eminencias de la historia del arte en las que vemos el reflejo de Flaxman claramente en sus obras.

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Encontramos, por ejemplo, una obra de Goya (1746-1828), que más que influencia por parte de Flaxman en ella, vemos prácticamente uno de sus dibujos coloreados y sombreados en el resultado del afamado pintor, aportando su toque habitual de atmósfera sombría.

Por otro lado, José de Madrazo (1781-1859) utiliza en una de sus obras una composición inspirada en uno de los dibujos de Flaxman, donde algunos personajes y elementos aparecen de la misma forma dispuestos en ambas obras.

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            Finalmente, y de entre tantos otros ejemplos que podríamos encontrar, vemos otro ilustrador de La Divina Comedia, esta vez por parte del artista William Blake (1757-1827), quien es característico por sus visiones llenas de simbolismo y sensaciones. En este caso las dos obras no obvian una semejanza a primera vista, sino que nos sugieren, de forma muy interesante, que ambos artistas veían la misma escena, únicamente desde otro ángulo.

En definitiva, luz, línea, sombra, color; son engranajes que componen un cuadro; sin embargo, ¿”leeríamos” de la misma forma La Divina Comedia ilustrada por Flaxman que por Blake? Es una cuestión apasionante poder ver cómo, de una forma u otra, sus ilustraciones formarán parte de nuestra visión de la historia, de nuestra percepción del mito o el poema, de sus personajes y sentimientos, de nuestra forma de imaginar.