La Victoria de Samotracia, conservada en el Louvre, es de fecha bien precisa; fue esculpida haciendo sonar la trompa del triunfo, y colocada en la parte delantera de un barco de combate: ejecutóse esa obra para conmemorar la victoria naval de Demetrio Piliorcetes sobre la flota de Ptolomeo, en aguas de Chipre, el año 306. Dos influencias dominaban entonces en la escultura griega: la de Lisipo y la de la escuela de Scopas; á esta última pertenece la Niké de Samotracia. Por el esfuerzo invencible y la energía conquistadora; por el estremecimiento de la vida expresado en el mármol; por el feliz contraste entre la envoltura agitada del manto y la adherencia de la túnica sobre el vientre y las piernas, esa estatua es la más hermosa expresión de movimiento que nos ha legado el arte antiguo. El escultor no sólo supo traducir en la Niké de Samotracia la fuerza muscular, la triunfal elegancia, sino la intensidad de la brisa marítima, de esa brisa que Sully Prudhomme ha hecho pasar á través de un verso sutil como ella:
Un peu du grand zéphir qui souffle á Salamine...
Salomón Reinach (de su libro APOLO -año 1911)