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Las tres gracias. La triada de la belleza.

Tres_Gracias_fresco_de_Pompeya

Las tres Gracias.

            “Y Eurinome, la ninfa, que tenia una belleza perfecta, dio a luz a las tres cárites de hermosas mejillas: Áglea, Eufrosina y la amable Talía. Y emanando de sus párpados, enervan la fuerza del deseo; y bajo sus cejas, son dulces sus ojos”.

Vivían en el Olimpo, donde solían frecuentar la compañía de las musas, Afrodita, Apolo o Eros. La representación más habitual de las gracias era la de tres jóvenes de excepcional belleza que danzan al son de la flauta de Apolo, aunque en ocasiones pueden aparecer con faunos y sátiros, como contraste entre la belleza de unas y la fealdad de otros. Además, las Gracias no aparecían nunca de forma individual, siempre conformaban una tríada.

Las Cárites; Fresco de Pompeya.

Durante el periodo más antiguo, tanto escultores como pintores las representaban cubiertas. Quién fue el que primero que representó desnudas a las Cárites, en escultura o en pintura, no puede ser descubierto.  En el santuario de Nemeses, por ejemplo, encontramos Las Cárites de Oro obra de Bupalo; y en el teatro de esa misma ciudad hay un retrato de una Gracia realizado por Apeles. También en Pérgamo encontramos, en el interior de la cámara de Átalo, otras imágenes de las Cárites también realizada por Apeles. El mismo Sócrates hizo imágenes de las Gracias para los atenienses, las cuales están situadas en la entrada a la Acrópolis. En común, todas estas representaciones reflejan a las Cárites cubiertas, abriendo todo un debate del por qué son los artistas posteriores los que deciden desnudarlas en sus obras.

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Las Tres Gracias; Rafael Sanzio de Urbino. (1505)
Museo Condé, Cahantilly, Francia.

En todas sus versiones descubrimos que las representaciones de Las tres Gracias nos hacen llegar una imagen sobre el tipo de mujer de cada momento. El hecho de que éstos personajes estén presentes en todas las épocas de la historia del arte, hacen que se genere toda una variedad de imágenes y estéticas diferentes, toda una cronología de más de 2000 años.

Rafael representa el ideal de belleza del Renacimiento, un cuadro del que emana pureza y elegancia al mismo tiempo. Cada una de ellas se apoya en la otra y cada una porta en su mano una manzana, algo relacionado con sus funciones según los griegos:

“...ejercen sobre nosotros una dualidad maravillosa, ya que en nuestro trabajo interior, por un lado nos auxilian y por el otro nos someten a las tentaciones: ellas nos abren la puerta de la tentación para entrenarnos, para educarnos, solo así brotarán en nosotros las virtudes del alma”.

Encontramos, tan solo medio siglo después, una visión un tanto diferente; sólidamente modeladas, semejan habitantes fantásticos de un bosque iluminado por la luna. Una de ellas lee absorta un libro junto a un laurel, mientras sus compañeras dirigen una significativa mirada hacia la derecha. Las acompañan tres amorcillos, uno de ellos con una partitura y un cisne, ave asociada desde la Antigüedad a la música. Los instrumentos de cuerda representan la armonía con la naturaleza y la serpiente enroscada en el laurel el pecado. La escena es una alegoría de la inocencia de la Edad de Oro, donde el hombre aspira a la inmortalidad a través de la música y de la poesía, que están constantemente amenazadas por el pecado. Esta obra va emparejada con Las Edades y la Muerte.

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La armonía; Hans Baldung Grien. (1544). Museo del Prado, Madrid.

En la escultura también podemos encontrar tanto representaciones clásicas como modernas. Desde una escultura griega de Las Tres Gracias que se encuentra en el Louvre, hasta la representación neoclásica del afamado escultor Antonio Canova.

Dado que han sido muchas personas las que desde tiempos remotos han hablado sobre estos tres personajes y han sido versionados y reinterpretado continuamente en todas las ramas del arte, no se puede asegurar a ciencia exacta cuales eran las cualidades de cada una de ellas, pero sí se sabe que, además de ser diosas, cada una contaba con una característica especial, como por ejemplo el buen gusto, la jovialidad o el esplendor. Son estas cualidades las que en muchas ocasiones las han situados como fieles símbolos de todo lo relacionado con el arte, siendo “patronas” de la poesía o la música, pues otorgaban a dioses y mortales la alegría así como la elocuencia y la sabiduría y tenían la capacidad de dotar a los hombres de la genialidad y el talento necesarios para ser un brillante artista.

Hoy en día, Las Cárites, dadoras del talento, siguen dotando a los artistas de la inspiración creadora que, a través de las nuevas expresiones en el arte de nuestros días, las inmortalizan envueltas de la siempre mágica mitología.

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