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Función y finalidad del arte

buda


Cuando lo que el hombre hace no tiene como finalidad el natural desarrollo de lo mejor de su condición humana, se pone tarde o temprano en peligro el propio desarrollo.

Este es uno de los grandes problemas de nuestro tiempo, el gran desarrollo de medios económicos, de comunicación, técnicos, etc. que tratan de justificarse a sí mismos y acaban manejando al hombre, esclavizándolo, quedando a merced de los medios que ha creado, sin rumbo real. Así, llegamos a la paradoja de que el hombre acaba al servicio de la economía o de la política, por ejemplo, y no estos al servicio del hombre.

La finalidad humanística tendría que ser  corona de toda actividad humana, el lazo de unión que unifique todas las líneas de acción. Y como puede desprenderse de todo lo expuesto hasta ahora, el arte no se puede sustraer a esta necesidad. La finalidad última e implícita del arte no puede ser otra que el contribuir a la realización plena del hombre, individual y colectivamente. Y esta realización no será posible sino en la medida de que se potencie lo mejor y más noble, que ayude a desplegar el potencial humano que todavía encierra nuestra alma.

El arte, por tanto, no solo ha de ser una vía de expresión, sino que ha de expresar algo que encierre una finalidad. Realmente podemos hablar de arte cuando se trasciende la mera necesidad o utilidad material y se proporciona a los objetos una cierta belleza cuya finalidad es la satisfacción estética o el mensaje  que encierra.

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Para el artista (ya sea creador o intérprete) la  finalidad del arte  se resuelve, ente otras, a través de la obra bien hecha, en un proceso de trasformación y depuración interna del mismo artista. Es en el trabajo y el proceso de dar a luz la obra de arte donde se encuentra su mayor tesoro, su mayor riqueza, no en  al obra final que tras el proceso  será ofrecida al mundo. Los dos movimientos del alma que describiría el neoplatónico Plotino, de organización y contemplación, le llevaran al desplegar de la voluntad sobre la materia (organización) y al ascenso de la conciencia hacia los mundos estéticos (contemplación). Es en  ese canal ascendente-descendente donde se  manifiestan los misterios alquímicos del arte.

Para el que contempla o disfruta la obra de arte, la finalidad la podemos entender tanto en el goce estético como en el mensaje ético.

El goce estético se manifiesta como una “sensación” placentera del alma que se reconoce en lo bello. El mensaje ético nos transporta hacia una revelación, una Aletheia vivificadora. Su poder de comunicación le convierte en verdadero arte en la medida de su mensaje.

El arte  entonces, a través de su finalidad, va cultivando el sentimiento de la belleza en el hombre, que al desarrollarse afina el carácter y las costumbres, va dosificando el entendimiento y dignificando la conducta.

El arte  va a conducir de este modo al hombre hacia lo mejor de sí mismo, le va a desvelar un secreto a través de la iluminación.

Es esta dimensión vertical de ascenso de la conciencia la que demarca la finalidad del arte.

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La creación y la representación artística nace del encuentro de dos líneas, de dos factores:

Por un lado la estructura formal, la capacidad de dominio de la materia, y por otro lado el mensaje y su profundidad.

Así se forma una cruz generativa del arte

La línea horizontal con sus infinitas formas nos muestra las múltiples expresiones del arte, sus diferentes disciplinas, desde este línea pueden surgir infinidad de caminos que la vida en su evolución nos irá aportando como nuevas posibilidades creativas.

La línea vertical entendámosla como la posibilidad que traza el hombre de ascender a lo más elevado o caer a lo más bajo, a lo más abyecto de nuestra condición.

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Cuando la obra de arte nos hace descender a elementos burdos o groseros, que despiertan lo más animal e instintivo, no podríamos hablar de arte pues se pierde su verdadera finalidad.

Pero cuando la obra de arte  nos conduce hacia arriba, se manifiesta un poder ascensional que nos eleva hacia los  mundos sutiles donde  podemos percibir niveles superiores de nuestra conciencia.

Cuando en una obra de arte confluyen la belleza formal con la profundidad y elevación del contenido, entonces la obra se ha consumado, no importa la opción creativa que se haya seguido.

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Extraido del libro “El arte y la Belleza“:

                                  


 

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