Tratemos de descorrer un poco el velo que esconde la belleza.
La estética como ciencia del arte y la belleza es un término relativamente nuevo que se utiliza a partir de Kant y Hegel, aunque viejo en su finalidad. Nos viene a hablar de la ciencia de la sensibilidad frente a la ciencia de la razón. Sus diferentes definiciones nos hablan de una disciplina tradicional de la filosofía, ciencia como búsqueda y como accesit, que tiende a la reflexión sobre el arte en sus relaciones con la divinidad como Belleza, con los valores de lo verdadero y del Bien.
Aquí entroncamos con la definición Platónica de la Belleza como ese principio armónico a través del cual el Demiurgo habría gestado el Universo. Sería la belleza un principio arquetípico que tendríamos que relacionar con lo Justo y con el Bien. El Arte es entonces la expresión formal, la representación sensible de la intuición de esa belleza, de esa armonía superior, elevada.
La Belleza se concibe entonces como la máxima aspiración del Arte.
En la condición humana, los diferentes caminos de conocimiento y desarrollo, interpretan el mundo a través de su propia tonalidad y lenguaje. Si un matemático tiene que definir en función de su ciencia a la Divinidad, la Causa, Principio y Motor del Universo, lo definiría como el “Matemático Puro” , el Geómetra que ha creado el Cosmos a través de los Números. Pero si lo tuviera que definir un místico, hablaría de Dios como la Suprema Bondad, el supremo Amor. Un Político lo relacionaría con la Justicia, la ley. ¿Y como lo haría un artista? Identificaría a Dios como la Suprema Belleza. En realidad no hablan de cosas diferentes ni que se excluyan unas a otras, en realidad estarían hablando de lo mismo a través de lenguajes diferentes, estarían hablando de lo más elevado, de la máxima aspiración, del símbolo como perfección, como principio y fin de todo lo manifestado, como modelo del que se parte la vida.
Platón plantea esta búsqueda de la belleza como vía para llegar a la Divinidad en un bellísimo fragmento de “El Banquete” donde Diotima le dice a Sócrates:
“Conviene que el que quiera proceder con acierto en este camino, comience desde que es joven por despertar a los cuerpos bellos y en primer lugar a un solo cuerpo y siembre así bellas máximas. Luego debe comprender enseguida que la belleza que hay en un cuerpo cualquiera es hermana de la que hay en otro, y que si ha de ir en persecución de la belleza en su idea misma, será mucha necedad no considerar como una sola y una misma belleza, la que existe entre los cuerpos. Cuando se haya penetrado de este pensamiento, se constituirá en amante de todos los cuerpos bellos y cederá en la vehemencia de su amor a uno solo, despreciando y teniendo en poco este amor exclusivo.
Después de esto deberá refutar la belleza del alma, más estimable que la del cuerpo, de modo que si encuentra un alma convenientemente dispuesta, aunque su cuerpo no sea de gran hermosura, será el devoto constante de ella y dará nacimiento a pensamientos que enseñarán y fortificarán el carácter, a fin de que, precisado a contemplar la belleza en las acciones y en las leyes, conozca que toda belleza es congénere consigo misma, para que estime como muy poca cosa la belleza del cuerpo.
De la contemplación de las acciones, se elevará a la de las ciencias, a fin de que vea también la belleza de las ciencias y dirigiendo su mirada a una más amplia belleza no se esclavice, limitándose a la belleza de una sola como el amante servil que ama a la belleza de una joven o de un hombre, o de una sola acción, ni se haga un vil y mezquino amante, sino que volviéndose a contemplar el inmenso piélago de belleza, produzca renovados, bellos y magníficos pensamientos y discursos, en una abundante y rica filosofía, hasta que su espíritu, robusteciéndose y creciendo en ella, llegue a contemplar una sola ciencia, que es la ciencia de la belleza.
Procura ahora Sócrates prestarme la mayor atención posible. El que contemplando por su orden y como es debido los objetos bellos, haya sido conducido aquí en los misterios del amor, llegando ya entonces al último grado de la iniciación, de pronto verá presentarse a su vista una Belleza de naturaleza admirabilísima; esta es Sócrates, aquella por la que han sido todas nuestras procedentes fatigas: Belleza eterna, increada, imperecedera, que ni nace ni perece, ni crece ni decrece: Belleza que no es en parte bella y en parte fea; ni bella en un tiempo y fea en otro; ni bella con relación a una cosa y fea con relación a otra; ni bella aquí y allí fea; ni bella para unos y fea para otros. Ni se le presentará la belleza como una cara, ni como manos, ni como cualquier forma corpórea; tampoco como pensamiento cualquiera, ni como una ciencia determinada, ni residiendo en otra cosa que ella misma, en un animal, en la tierra, en el cielo, ni en otra parte cualquiera, sino que subsiste ella en sí misma, eternamente idéntica consigo: Belleza de la que participan todos las demás Bellezas, de una manera tal, que ya nazcan o perezcan todas ellas, no por eso la belleza es, en sí, mayor o menor, ni sufre variación alguna.”
Platón.( El Banquete )
Esta Idea de la Belleza alada, se va a retomar en el Renacimiento, entendiendo que ésta no es engendrada por los cuerpos sino que se “posa en ellos” siendo un objeto bello aquel que de alguna forma ha logrado “atrapar” la belleza. La Belleza no está en la materia sino más allá. El artista lo que hace es escalar hasta las dimensiones de la belleza pura, contemplarla e interpretarla dentro de sí para, a través del proceso creativo, a través de la transformación de la materia, ser capaz de hacerla encarnar en las formas y los cuerpos
Este sentido del arte le lleva a ser una aspiración real hacia lo Bello que no podrá estar separado, y no va a producir otra cosa en aquellos seres que son capaces de contemplarlo, sino Bondad y Justicia a su vez.
Esa Belleza inaccesible, intangible y sutil es entonces para el artista la máxima aspiración.
El arte se convierte entonces en una vía de áccesit hacia la Belleza última, un conductor de la conciencia hacia las regiones elevadas
donde moran los arquetipos. El rapto de la conciencia en brazos del arte le permitirá contemplar, recordar y afirmar, a través de la intuición, la realidad de nuestro propio ser alado.
A través de la Belleza la materia participa de la mente divina, de lo ilimitado e inconmensurable, de lo inmortal, y también a través de ella el hombre satisface en cierta medida su necesidad de inmortalidad.
El ser humano para acceder a la belleza necesita en un primer momento de su expresión sensible, de esa belleza que proporciona alegría al alma por medio de los sentidos.
Nuestra capacidad creativa estética estará en relación directa con nuestra capacidad de admiración. Hallar la belleza escondida en las pequeñas cosas, tener esa disposición que nos permita apreciar las armonías secretas y a la vez reveladoras de la naturaleza; aprender a cada instante y percibir tanto en lo grande como en lo pequeño el misterio que llamamos Dios. Para el artista y el amante del arte esa permeabilidad hacia lo sencillamente bello supone una verdadera fuente de espiritualidad.
La Belleza embelesa a la razón que la contempla extasiada sin comprender su misterio. Este instintivo sentimiento de sorpresa y admiración que nos puede producir un objeto o una música, supera a la razón en descubrir la belleza.
El análisis racional de una obra de arte la despedaza y la mata. Solo la contemplación de la unidad nos muestra la vida que se expresa en las formas. El arte como la misma vida solo nos ofrece su misterio, no en la medida que la razonemos sino en tanto la contemplemos en su totalidad. El Arte es una forma de captar la Unidad esencial del universo, La Divinidad que se manifiesta en todo lo existente.
La belleza sería entonces una de las formas de expresión del Logos en la Naturaleza, de la Inteligencia ordenadora que sostiene las estrellas.
De igual manera toda obra de arte es una danza armónica, un juego de opuestos a través del cual el “logos” del artista crea un universo, un cosmos objetivo.
Vacío-lleno, Luz-sombra, sonido-silencio, visible-invisible…. sus diferentes equilibrios gestan las expresiones y matices que dan vida al Ser de la obra.
Luz, sonido, ideas son la matriz de la obra, el caos primordial que será fecundado por la mente del artista
La creación artística es una “imitación” de la creación divina, y si el artista ha desarrollado una “ mente-corazón” en sintonía con los
modelos arquetipos de la vida nos desvelará su misterio y unidad esencial.
Una vez más surge la importancia del corazón del hombre cuyo lenguaje sea el lenguaje del arte.
Para que haya coherencia y unidad en el ser humano y los ideales elevados que concibe puedan llenar su vida y su época; para que se unan acción y pensamiento, ha de ser el corazón el que abra el camino del entendimiento. Es la emoción, el sentimiento elevado, el entusiasmo el que rompe las barreras de la inercia y abre esas puertas a la comprensión y la vivencia. El acercamiento exclusivamente teórico, frío, no nos trasfiere a la sabiduría ni a la experiencia. No en vano la palabra Filosofía se compone de dos términos: filo; amor, y sofía; conocimiento.
Y el arte educa la sensibilidad y las emociones, eleva los sentimientos. Si no despertamos esa capacidad de enamorarnos de las cosas, de los seres, o de la vida, difícilmente llegaremos a conocer parte del misterio que encierra la existencia y ni mucho menos a vivir plenamente.
El arte , como silencioso bálsamo, “ablanda” las partes “duras” y “fortalece” la partes “blandas”, dando una elasticidad y profundidad de carácter tal , que la personalidad se torna vehículo material de las excelencias del alma.
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Extraido del libro “El arte y la Belleza“: