El ARTE EN LOS PERIODOS DE LA PIEDRA PULIMENTADA Y DEL BRONCE
El final de la civilización de los cazadores de renos parece ser que fue provocado por un cambio de clima. A un período de frío seco sucedió, a consecuencia de algún fenómeno geológico todavía obscuro, una época de lluvias torrenciales y de calores húmedos. El reno, para quien el clima de San Petersburgo es actualmente demasiado cálido, desapareció o emigró; las cavernas atravesadas por corrientes de agua e invadidas con frecuencia por los ríos desbordados, fueron en adelante inhabitables; algunas vastas llanuras se convirtieron en pantanos. Seguramente la población de Francia no fue aniquilada, pero puede darse como cierto que su densidad debió disminuir en sumo grado, ora por la emigración, ora por el cambio de clima. La civilización de la edad del reno desapareció. Cuando comienzan a encontrarse en Francia las huellas de una nueva civilización, se nos muestra, al principio, con caracteres groseros y miserables, que nos permiten adivinar las catástrofes que habían producido su aparición. En realidad, casi es una nueva humanidad que comienza; y así como la de los tiempos cuaternarios había empleado miles de años en evolucionar hasta llegar a producir verdaderas obras de arte, precisa todavía esperar lo menos treinta o cuarenta siglos antes que en Francia se ejecuten nuevamente obras de arte dignas de tal nombre.
Una aldea lacustre |
Los primeros establecimientos de la época actual (en el sentido geológico de esta palabra) son los campos o restos de ciudades en los que se han encontrado, sobre todo, instrumentos de sílex, de un tipo primitivo, llamados leznas, y también algunos fragmentos de alfarería muy grosera, adornada con incisiones. Esto constituye un progreso industrial, puesto que los artistas de la edad del reno no conocieron la alfarería. Más tarde, entre los años 4000 y 3000 antes de Jesucristo, aparecieron las ciudades lacustres o palafitos, con sus habitaciones montadas sobre estacas, que sirvieron de lugar de refugio y de talleres, y cuyas primeras huellas se han encontrado en las orillas de los lagos de Suiza y Francia. La civilización de estas ciudades nos es muy conocida, gracias a los miles de objetos trabajados y a los residuos diversos conservados en el fondo fangoso de los lagos. Entre dichos objetos se encuentran, al lado de obras de alfarería hechas a mano, hachas de piedra pulimentada, con un contorno que en ocasiones es elegante; armas, utensilios y arracadas, pero nada aún que pueda calificarse de obra de arte.
Un Dolmen |
Esta época de la piedra pulimentada, que vio levantarse las ciudades lacustres, es la misma durante la cual los hombres comenzaron a construir en otras regiones de Europa, especialmente en Bretaña, en las Cévennes, en Inglaterra, Dinamarca y Suecia, esas enormes tumbas de piedra no escuadrada llamadas dólmenes y a levantar esos obeliscos llamados menhires, esos círculos de piedras en bruto designados con el nombre de cromlech, y, finalmente, las grandes alineaciones de piedra, como las de Carnac. La prueba de que los dólmenes son contemporáneos de las ciudades lacustres más antiguas, reside en que se encuentran, bajo unos y otras, hachas pulimentadas y apenas rastros de metal.
La fase de la historia de la humanidad de que tratamos es notable por dos novedades de una importancia capital: la domesticación de los animales y el cultivo de los cereales. Se han encontrado cereales carbonizados y montones de estiércol en el fondo de las aguas donde se levantaban los palafitos, y es más que probable que la civilización de los constructores de dólmenes fuera análoga a la de los habitantes de las ciudades lacustres. No es de nuestra incumbencia averiguar cómo nació en el hombre la idea de domesticar a los animales y de sembrar el trigo, la cebada, el maíz y el lino; basta hacer constatar que esos inmensos progresos se realizaron antes del descubrimiento de los metales.
Siguieron construyéndose ciudades lacustres y levantando dólmenes, aun después que el hombre comenzó a recoger el oro y el cobre, primeros metales que conoció. Algo más tarde el descubrimiento del estaño, y alguna feliz casualidad que hizo se le fundiera juntamente con el cobre, dieron al hombre la posesión de un nuevo metal, el bronce, que produjo en la civilización material grandes resultados de progreso.
Existen ciudades lacustres de la edad del bronce, en las que aparecen hachas, espadas y ornamentos de metal que atestiguan una habilidad técnica muy adelantada. Pero en los dólmenes nunca se han descubierto más que pequeños objetos de bronce, muy sencillos, tales como perlas, botones y cuchillos, lo cual nos muestra que debió dejarse de enterrar a los muertos bajo los dólmenes antes de la época que presenció el abandono de las ciudades lacustres (¿1000 años antes de Jesucristo?).
La ausencia total de verdaderas obras de arte en esta época es cuestión que admira a los arqueólogos. Salvo algunas míseras figurillas de tierra cocida y algunos menhires groseramente esculpidos recordando la figura humana, no existe ninguna imagen de animal u hombre. En cambio, la decoración lineal está muy desarrollada. En el islote de Gavrinis, en la costa de Morbihan, se levanta uno de esos grandes amontonamientos de tierra, llamados túmulos. En su interior hay un dolmen, al que conduce una larga avenida bordeada de bloques enormes de granito. Estos bloques están cubiertos de extraños dibujos, ejecutados con la ayuda de herramientas de sílex, debiendo costar a sus autores un tiempo y un esfuerzo infinitos. Entre los dibujos los hay representando algunas hachas, pero no se encuentra nada que se asemeje a un ser viviente. En Irlanda, cerca de Dublín, se conoce un monumento análogo, el de New-Grange, cuyas paredes están adornadas con grabados muy parecidos a los de Gavrinis y aun quizá más antiguos. En Dinamarca, Suecia, España, Portugal y en todos los lugares donde todavía se levantan grandes dólmenes, las representaciones de la vida humana y animal faltan igualmente.
La existencia del arte en la edad del bronce se manifiesta por la forma elegante de los objetos, lanzas, espadas, puñales, brazaletes, vasos, etc… y también por su ornamentación puramente lineal, formada por los llamados dientes de lobo, triángulos, zig-zags, rectángulos, zonas punteadas, círculos concéntricos y mil combinaciones, a veces muy ingeniosas, que muestran el instinto decorativo de los alfareros y broncistas de aquel tiempo. Pero siempre y exclusivamente el ornamento lineal es el que prevalece, como si alguna ley religiosa o algún temor a mágicos maleficios hubiera prohibido representar a los hombres y a los animales. En la Europa occidental, descontadas un corto número de excepciones sin importancia, ocurre otro tanto durante bastantes siglos y aun después de la introducción de las armas y herramientas de hierro. Lo más que llegó a ocurrir fue que los galos, antes de la conquista de Galia por César (hacia el año 50 antes de Jesucristo), fabricaron algunas figuras de animales en bronce y acuñaron algunos tipos, más o menos informes, sobre sus monedas; pero para que en estas obras apareciese algo nuevo, dándoles el carácter de obras de arte plástico, fue preciso que los galos, excelentes obreros del metal y notables esmaltadores, estudiasen en la escuela de los artistas romanos, discípulos a su vez de los griegos. En la Gran Bretaña y en la Alemania actual fueron igualmente la conquista de Roma o el comercio romano los que introdujeron, con algún retraso, el conocimiento de los monumentos figurados; Suecia y Dinamarca comenzaron a producirlos hacia la época de la ruina del Imperio, hasta la cual no cesaron de fabricar armas, ornamentos y vasos de metal, decorados con una asombrosa variedad de motivos lineales. Todo esto es ya arte, puesto que es un lujo y un juego, pero es un arte incompleto, al que falta la imitación de la naturaleza viviente.
Los dólmenes y los menhires constituyen las primicias de la arquitectura, pero de una arquitectura digna apenas de tal nombre, porque la decoración es rara en ella, y los elementos que entran en la construcción no tienen más cualidad que su pesada solidez. El único monumento de este género que presenta una apariencia artística es el círculo de trilitos, formados cada uno de éstos por dos montantes y un dintel, y que existe en Stonehenge, en Inglaterra, debiendo observarse que las piedras aparecen ya escuadradas, y que dicho monumento no es anterior a la edad del bronce. Después de la edad del bronce, la Europa occidental no conoce otras construcciones en piedra más que las murallas de defensa; las habitaciones y hasta los templos, eran de madera. También fue la conquista romana la que llevó a la Galia los primeros modelos de arquitectura.
Todo lo dicho nos muestra que, aun cuando el genio de las artes floreció en Francia muchos miles de años antes de la Era cristiana, experimentó, durante cuarenta siglos por lo menos, un largo eclipse, entregándose del todo a un sentimiento decorativo que desterraba la representación de la vida.
Por fortuna no ocurrió otro tanto en las costas orientales del Mediterráneo. Se han encontrado en Egipto y en las costas de Asia hachas de piedra análogas a las de Saint-Acheul; pero hasta el presente nada autoriza a decir que el arte se desarrollara en aquellas regiones en los tiempos cuaternarios, puesto que nada conocemos en ellas que se parezca a los maravillosos dibujos de nuestros cazadores de renos. En cambio, la segunda época de la piedra se caracterizó en Egipto por una civilización intensa y rápida en sus progresos. Todavía es poco conocida en Babilonia; pero gracias a las recientes investigaciones de Morgan, Amélineau y Flinders Petrie, en Egipto, sabemos que en este país, antes del uso del bronce y del hierro, se fabricaron por millares los vasos adornados con pinturas, los grandes cuchillos de sílex de un trabajo admirable, los objetos de lujo y de adorno en marfil de hipopótamo y en esquisto y los vasos de piedras duras. Antes de comenzar la época de los Faraones, que es la de la introducción del metal, Egipto poseía, a falta de una arquitectura, una industria muy adelantada, a la que no arredraba reproducir, por la pintura, en tierra cocida, en marfil y en esquisto, figuras de hombres y de animales y hasta de vegetales. Es innegable que estos ensayos son sumamente groseros, y que los hombrecillos dibujados o grabados por los egipcios de la edad de piedra, semejan a los croquis de los salvajes; pero los salvajes de Egipto tenían una habilidad manual muy superior a la de sus contemporáneos occidentales, y el arte no se reducía para ellos a la decoración lineal.
Véase el cuchillo de sílex, ornamentado con una lámina de oro grabada, que pertenece al Museo del Cairo. El oro, metal que se encuentra en estado nativo, fue conocido desde la época de la piedra, y hasta quizá este metal hizo nacer la idea de buscar y trabajar otros. El estilo de los animales, serpientes, leones y antílopes que decoran el cuchillo citado, es en un todo diferente al que prevaleció en el Egipto faraónico; pero es ya un estilo, con su preocupación de buscar el carácter y la vida.
Téngase en cuenta, sin embargo, que este objeto es de una calidad excepcional. Para formarse una idea del arte egipcio primitivo, precisa contemplar las figuras de los vasos encontrados en gran número en las necrópolis de Abydos y de Négadah (Alto Egipto). Algunos están decorados con cuadros representando avestruces y barcas del Nilo, llevando estas insignias en la proa y en la popa; también se encuentran figuras humanas en actitud de adoración o de dolor. También poseemos otros ejemplos de estas actitudes en las figuras de tierra cocida de Négadah, que parecen estar cubiertas de tatuajes. En la misma necrópolis se han hallado figurillas de marfil y de esquisto que son, sin duda, anteriores al año 4000 antes de Jesucristo.
En las capas profundas de las ruinas de la ciudad de Troya, exploradas por Schliemann, así como en las tumbas muy arcaicas del Archipiélago, se han encontrado vasos y figurillas primitivas que pueden compararse a las de Egipto, aunque en realidad no tengan nada de imitaciones. También en dichos lugares la civilización de la edad de piedra, sin ser propiamente artística, muestra otros elementos que no son los propios de un estilo simplemente decorativo. En cambio, en las costas orientales del Mediterráneo no se ha conocido, en la época del bronce, un estilo de decoración geométrica tan desarrollado como el de Occidente y Norte de Europa. De una manera análoga el arte musulmán, que se abstiene de representar la figura humana, ha llevado la ciencia de la ornamentación más lejos que la edad media occidental.
Hemos llegado próximamente al año 4000 antes de la Era cristiana. En esta época, Babilonia y Egipto se colocan a la cabeza de la civilización y preparan el florecimiento del arte clásico. A partir del año 2500 próximamente, se forma un nuevo centro de actividad en el Archipiélago, el cual se desarrollará con una sorprendente rapidez. Tras un eclipse ocurrido hacia el año 1000, Grecia comenzará su ascensión triunfal hacia el arte de Fidias y de Praxíteles. Será necesario que Grecia sea conquistada por Roma, y que Roma conquiste parte del mundo antiguo, para que toda Italia y el Occidente de Europa participen al fin de esta luz. Luego se extinguirá en Grecia, como ya había ocurrido en Egipto y en Asiria, para brillar tras un nuevo eclipse en la Europa occidental, que llegó a ser desde el año 1000 después de Jesucristo, y aun hoy sigue siendo, la patria del arte. Estas ligeras indicaciones marcan las divisiones de nuestro asunto y sirven de preparación a su desarrollo, en el que vamos a entrar.