Saltar al contenido
MENÚ
ENVÍO GRATUITO*

La victoria de Samotracia y su historia.

244201r1350173468753

Victoria de Samotracia.

La diosa Niké, símbolo de la victoria en la mitología griega, siempre se ha representado como una mujer con alas. Según su historia, pasó sus primeros años de vida entre los mortales, pero al conocer los vicios de la humanidad así como la maldad, decidió regresar al Olimpo. Durante siglos, su figura estaba presidía enfrentamientos militares así como competiciones deportivas, incluso en el reverso de las medallas olímpicas aparece su figura portando una corona de laurel, señal de éxito.

En el Partenón de Atenas, la diosa griega Atenea, realizada por Fidias, ya nos muestra una representación de Niké, la cual está en su mano derecha, simbolizando la victoria en las manos de Atenea, diosa de la guerra. En la misma Acrópolis también se encontraba un templo dedicado en exclusiva a la unión de las dos diosas, construido para conmemorar la victoria sobre los persas en la Batalla de Salamina, sobre el 480 a.C.

La Victoria de Samotracia también perteneció a la iconografía de un templo, El Santuario de los Grandes Dioses de Samotracia, considerado uno de los principales santuarios panhelénicos. Situado en la isla de Samotracia, era un centro de culto al margen del culto oficial a las divinidades del Olimpo y participar en los ritos de Samotracia otorgaba la protección de la Gran Madre, reina de las montañas. El lugar conoció un periodo de desarrollo arquitectónico espectacular en la época helenística, cuando se convierte en un santuario nacional macedonio permaneciendo como emplazamiento de culto importante hasta la época romana. Después quedó abandonado y los campesinos de la zona predicaron durante siglos que la isla escondía maravillosos tesoros, algo que alentó a exploradores y arqueólogos de todo el mundo durante el siglo XIX.

<<“No es una piedra lo que aflora en la falda de la colina, sino un hombro. El cuerpo está medio enterrado. ¡Señor, hemos encontrado a una mujer!” , gritan los operarios. El joven vicecónsul francés Charles Champoiseau sonríe. Los campesinos le habían informado bien, la diminuta isla griega de Samotracia está llena de tesoros.>>

3334424465_369a89b3ca_z

Detalle de plumas de Victoria de Samotracia;

Museo del Louvre, París.

El primer viaje a la isla no defrauda al  vicecónsul francés Champoiseau, que solicita y recibe un préstamo del emperador para hacer las prospecciones, llegando muy pronto su recompensa. El 15 de abril de 1863 se dirige al embajador de Francia en Constantinopla: “Hoy he encontrado en mis excavaciones una estatua de la Victoria alada (o eso parece), de mármol y de proporciones colosales. Por desgracia, no tengo la cabeza ni los brazos, a menos que los encuentre en pedazos por la zona. Entre los pechos y los pies está casi intacta, y trabajada con una habilidad que no he visto superada en ninguna de las grandes piezas griegas que conozco”.

Una vez depositadas las piezas en el Louvre, comenzaron las labores de restauración. Para asegurar la estabilidad de la estatua se insertó una barra metálica entre el costado derecho y el zócalo. También se reconstruyó la pierna derecha, que era la más dañada, pero sin embargo no se pudieron colocar ni el busto ni el ala izquierda, que no podían colgarse en el vacío, por tanto estas piezas se se archivaron, sin poder ser mostradas durante bastante tiempo.

Más de diez años después, en 1875, arqueólogos austriacos realizan nuevas excavaciones en Samotracia. Allí descubren grandes bloques grises que, correctamente ensamblados, representan la proa de un barco de guerra. Se trata de un descubrimiento magnífico, pues asociando esta figura a monedas helenísticas llegan a la conclusión, sin duda, de que esta es la base de la Victoria de Samotracia. Cuando Champoiseau recibe la noticia despliega todos sus esfuerzos para que los 23 bloques descubiertos sean llevados a París, lográndolo y efectuando así una nueva versión de la monumental escultura, ascendiendo a los casi cinco metros de altura.

Entre 1880 y 1884 se decidió recrear el monumento al completo, siguiendo el modelo sugerido por un arqueólogo alemán que también había empezado a excavar en Samotracia, Alexander Conze. De esta forma, se reforzó la estatua con una estructura de metal y se reconstruyeron partes con diversos fragmentos de mármol y con yeso, como el ala derecha, que se reconstruyó con un molde inverso de la izquierda. En 1891, Champoiseau regresó a Samotracia al mando de una expedición arqueológica con la esperanza de hallar las piezas que faltaban y la ansiada cabeza que, sin embargo, nunca logró encontrar.

Victoria_Somotracia_reconstruccion_del_monumento_hq

Victoria de Samotracia con navío;
Museo del Louvre, París.

Pero el interés por esta obra revive cada cierto tiempo, por no decir que es imperecedero, animando de nuevo a los especialistas a realizar una cuarta restauración de la obra en 2013. Tras un minucioso análisis, los expertos limpiaron la superficie de la escultura, retirando el recubrimiento que restauradores anteriores habían añadido para uniformar el tono. También se sustituyeron los antiguos rellenos en ranuras y grietas por otros de material más estable e incluso se añadió una nueva pluma encontrada en el  ala izquierda.

Tras volver al emplazamiento tradicional, la Victoria, que ahora descansa directamente sobre el navío, sigue siendo una diosa acéfala y sin brazos, pero el refinamiento de sus alas desplegadas y el contraste entre los ropajes ceñidos al cuerpo y los que vuelan libres han cobrado nueva nitidez; al igual que el ombligo y la curva del abdomen que han surgido como por encanto en el cuerpo de una mujer que se forjó para nuestro tiempo durante casi 200 años y que su vida sobrepasa los 2200 años.