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Máscaras, el afán de ser otra persona.

mascMáscaras, el afán de ser otra persona.

Mosaico sobre máscaras teatrales griegas.

Encarnar algo o alguien tras una máscara es, posiblemente, uno de los actos más antiguos de la humanidad. Como defensa, como paso a la otra vida, para escenificaciones o diversión, el un objeto que ha perdurado hasta nuestros tiempos. El ser humano comenzó a crearlas desde que adquirió conciencia sobre sí mismo (la autoconciencia) y, por tanto, conciencia sobre los demás seres.

Antes de la edad antigua, el hombre estaba muy vinculado a los animales y al mundo que lo rodeaba, todo lo que ocurría externo a él le afectaba (tormentas, depredadores, “espíritus”…) y comenzó a sentirse amenazado, por lo que creó símbolos y escudos ante estas fuerzas ajenas a sí mismos. De esta forma generan los primeros objetos a los que podemos llamar máscaras, piezas decoradas muy básicamente usadas para personificarse como seres que podían hacer frente a estas amenazas.

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Máscaras neolíticas, Oriente Próximo;
Museo de Israel, Jerusalén.
   

En Egipto encontramos un uso de las máscaras totalmente diferente, un uso funerario, pues el objetivo de su fabricación era espantar a los malos espíritus, protegiendo así el alma del fallecido. Debían ser construidas intentando plasmar lo mejor posible las facciones de la persona, ya que sólo así podría atravesar el paso de la vida terrenal a la espiritual; aunque a veces los rasgos eran idealizados, honrando de esta forma al difunto.

Ya situados en la época greco-romana, la máscara comenzó a tener un empleo más cultural, las representaciones teatrales. Según estudiosos el teatro como tal se gestó en las fiestas dionisíacas griegas donde, una persona clamaba mientras el pueblo le respondía, generándose el primer diálogo escénico (aunque ya en Egipto se representaban momentos de la vida de los dioses).

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Máscara funeraria de Tutankamón;
Museo Británico.

Los primeros actores griegos (que siempre eran hombres) salían a escena con máscaras que distinguían el personaje al que daban vida. En la tragedia éstas resaltaban la seriedad del género, mientras que en la comedia solían llevar máscaras extravagantes que intensificaban la comicidad de la obra.

Durante la Edad Media, tanto el disfraz como la máscara fueron muy populares, incluso en las celebraciones religiosas. Las máscaras representaban símbolos de las fuerzas demoníacas, dando vida a los personajes infernales. También algunos caballeros, cuando participaban en ciertos torneos, llevaban máscaras para no ser identificados. Pero una de las variedades más curiosa a la vez que impactante es la diseñada para los médicos que durante estos siglos trataban la peste negra, tenían dos agujeros con lentes de vidrio para los ojos y una nariz cónica con forma de pico, que se rellenaba con sustancias aromáticas y paja para filtrar el aire podrido (el cual se creía era la causa de la enfermedad).

Posteriormente, con la llegada del Renacimiento, las máscaras tomaron de nuevo un uso relacionado con el que se les daba en Grecia y Roma; tienen un auge dentro de las compañías de Comedia dell’Arte, conformando una serie de personajes semejantes a los de la comedia grecolatina.

También destacan en este momento las máscaras venecianas, las cuales se portaban en el carnaval, en un principio; popularizándose para la vida diaria. Venecia era una ciudad relativamente pequeña, la cual desarrolló una cultura en la ocultación y el misterio, dando resultado así tanto a ventajas como inconvenientes; sirviendo para el importante objetivo social de mantener a todos los ciudadanos en igualdad de condiciones. Estado, inquisidores y espías podían interactuar así con los ciudadanos sin miedo a que su verdadera identidad se descubriera (y los ciudadanos responder sin temor a represalias). La moral de la población se mantenía a salvo: sin rostros, todos tienen voz.

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En cualquier lugar y época la máscara y el enmascarado contribuyen a determinar los valores, creencias y mitos del pueblo al que pertenecen. Sea portada durante rituales, representaciones, torneos, humillaciones, tratamientos médicos, deporte, ocio; la máscara participa de la palabra y la narración, de la memoria y el misterio, convirtiéndose en un elemento tan actual como natural y primitivo.

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